viernes, 30 de septiembre de 2011

El scrum (la melè) reloaded.


Para comenzar este artículo tendré que dar la cara. No vale la apología del anonimato esgrimida con la publicación del logo de Prorugby.es en donde debería haber una foto mía. Pero bueno, basta decir que reconozco ser argentino y pilar (pilier) para que sepan de donde viene el tema, qué tipo de compromisos y constumbres rugbísticas practico y predico (no, no pondré una foto mía ;-) ).
Durante varios años, más que los deseables para los de mi oficio (de primera línea) escuché que el scrum (la melè en Iberia) era una formación retrógrada del rugby, que con el tiempo desaparecería, que era una fosilización del juego. Particularmente, este tipo de comentarios fueron más comunes en el medio donde yo jugaba por allá por fines de los 90s. El rugby profesional había irrumpido, con él el Super 12 y con ellos una nueva forma de interpretar el juego. En realidad, la forma de juego no era nueva pero sí buscaba ser popular, masiva. Esta nueva forma de juego es lo que en otro artículo ya comentamos: el rugby total, filosofía que busca priorizar la dinámica, el juego audaz, de 15 contra 15 enfrentándose con alta intensidad y velocidad de movimientos, pelota en mano y a la vista de todos, donde, para no irnos más por las ramas, se busca perfeccionar los principios básicos del juego: continuidad, apoyo y presión.
Deciamos que el Super 12 explotó en 1996 mostrando al mundo ese tipo de juego, con partidos que no era raro ver que terminaran con 60 o más puntos marcados entre ambos equipos, donde lo más importante era atacar, atacar y atacar, y ganaría el que más puntos hiciese (no el que menos recibiese). Para muchos, era la muerte del scrum. Los más optimistas decían que el scrum sólo servía como una plataforma de lanzamiento del juego, que realmente no importaba tanto desarrollar la formación más allá de lograr hacer que el rival no empujara al equipo propio. La idea era que el rugby del futuro, que de hecho es el que hoy, 15 años después, estamos viendo, sería más parecido al rugby league que al union. Se equivocaron.
La evolución del juego se dio hacia otra parte. Evolucionaron rápidamente los sistemas defensivos y la idea que se le dio a los jugadores acerca del valor de la defensa. Con esto, se emparejaron los partidos entre rivales de niveles distintos y se volvió a una situación parecida, pero no igual!, a la previa: la batalla física del scrum recobró importancia. Una porción no despreciable de lo que está en juego durante un partido se resuelve en el 8 contra 8 con pelota detenida. En el Mundial que se está jugando en este momento en NZ podemos ver que ocurren dos fenómenos: los equipos más poderosos tienen más dificultades con los más débiles cuando estos últimos ganan la batalla del scrum; equipos de nivel variado han apostado a contratar entrenadores extranjeros especializados en scrum.
El gran ejemplo de lo primero es el partido que Irlanda le gana a Australia, reciente campeón del Tri Nations. El pack irlandés "rompió" al australiano desde la primera línea. Un ejemplo sobre la importancia que se le está dando al scrum a nivel internacional es que un equipo en ascenso como Canadá y un grande de siempre como Gales han salido al mercado de entrenadores a contratar especialistas en la formación. Ya no va más aquello de que "el scrum será sólo una plataforma de reinicio y lanzamiento del juego".
En menos de 20 años la evolución del juego ha sido justa con todas sus facetas: no quedó por el camino ninguna formación, el rugby no perdió su fisonomía y, como si esto fuera poco por estos tiempos, se logró hacer que hasta la "vetusta" maquinaria del scrum evolucione para convertirse en una herramienta primordial para cualquier equipo. Los primeras líneas, de parabienes.

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