sábado, 29 de octubre de 2011

Sobre la defectuosa formación técnica del rugby


Hace unos días tuve una experiencia renovadora. Por esas cosas de la vida, me encontré viendo una clase de tenis para niños de 5 años. Como, al igual que muchos de ustedes, soy un aficionado a los deportes en general, me puse a observar en qué consistía la clase, cómo estaba estructurada, como estaba planificada. Creo que transcurrieron 30 segundos de esa observación conciente, contemplación diríamos más específicamente, cuando se me vino el mundo encima, cuando sentí que una revelación divina que partía de los juegos panhelénicos de la Antigüedad y llegaba viajando hasta nuestros tiempos penetró violentamente mi mente. La diferencia entre la "escuelita" de tenis y las de rugby que he visto (y no he visto pocas) es más o menos la misma que la que hay entre un Australopithecus africanus y un Premio Nobel de Literatura. Por supuesto que este no es un fenómeno estrictamente universal, pero sí es cierto que es una característica general del rugby ver una empecinada mala calidad de enseñanza en los niveles más básicos (y en lo menos básicos también).
Para empezar, la clase de tenis estaba a cargo de una persona vestida de jugador de tenis, no de pantalón de vestir, zapatos y paraguas. El physique du role, o mejor dicho, la vetêment du role, es importante. La duración programada era de 45', detalle importante si tomamos conciencia de que a poca gente adulta y universitaria se le puede pedir concentración por ese tiempo; mucho menos a niños de 5 años; 45 minutos lúdicos parecen ser un acierto. El precalentamiento comenzaba con juegos de los más simples, sin pretensiones técnicas ni complicaciones pseudoreglamentarias o ejercicios que son más complejos de ejecutar que el propio partido. A esa altura de la observación, para lo cual habían pasado no más de 2 minutos, me encontraba ya desencantado de todo lo que hice y vi hacer en nuestras escuelitas. Los de tenis, deportistas individualistas y sin valores, de baja apreciación en nuestro mundo glorioso del rugby, hacen las cosas mejor que nosotros. Desesperante, para cortarse las venas.
Al poco tiempo me tuve que ir pero sé positivamente que los pequeños aprendices de Nadales y Federers tienen tal entusiasmo que es difícil lograr que duerman a más de 30 cm. de su raquetita, logro de irrefutable envidiabilidad. ¿Cuántos de nuestros niños duermen abrazados a su pelota o con la camiseta de su ídolo como pijama?
El contrapunto de la vida hizo que de la cancha de squash (claro, la clase de tenis era en una cancha de squash; era innecesario usar algo más grande, lógica pura) viajara raudo a encontrarme con el equipo que entreno para tener una de nuestras sesiones bisemanales. Mientras me trasladaba de un lugar a otro iba pensando todo esto. ¿Puede ser posible que haya entrenadores de escuela de rugby que pretendan que sus jugadores de 6 años aprendan a resolver el contacto en todas sus formas -tackle, ruck, maul, etc.- sin haberles hecho jugar una "Mancha pelota", una "Araña", un "Quemado", un "Pilla-pilla con balón"? La pregunta del millón: ¿puede ser posible que pretendamos entrenar jugadores de base de igual forma que infantiles, cadetes, juveniles y seniors, todos con el mismo método? Esto es algo que yo personalmente he visto, y no como parte de una promoción de la fantasía de los niños para hacer que se identifiquen con sus ídolos de la elite local o internacional del rugby sino como convicción pedagógica.
Al llegar al magnífico campo de rugby que tenemos disponible para nuestros entrenamientos algo había cambiado en mi forma de ver ese gran aula verde y liso. La sospecha de sentirme un Australopithecus me hacía mirarme una y otras vez los brazos para ver si súbitamente me crecía el pelo, mirarme las manos a ver si perdía el pulgar oponente o mirar en mi interior para averiguar si sentía ese deseo ancestral de partirle la cabeza a algún bicho o congénere con la tibia de un animal muerto o de una pedrada.
Al terminar la labor entrenadoril se me acercó el talonador (hooker), metralleta verbal en mano y dispara:
- En la touche (line) ¿tengo que lanzar la pelota al medio? ¿No es mejor lanzar un poquito hacia nuestro lado?
El pobre tipo me confesó que desde hacía tres años que jugaba y que le habían dicho que lanzara hacia sus saltadores, hacia su lado y no hacia el centro de la formación como dice el reglamento y como debe ser. Desde hacía tres años que venía perfeccionando el error.
Y, como quien sigue en trance, viviendo una tarde de iluminación divina, me vino a la mente una obvia conclusión: no es que los neocelandeses juegan un rugby superlativo porque son superiores como raza, estirpe o nación, ¡¡¡es que hacen las cosas bien con sus niños!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario